Artículo sobre la explotación de las canteras de loza en El Pinar – Ciego de Teruel

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Reportajes…

Este artículo es el resultado de una ardua investigación, quizás eso es lo que determina que tenga tanto valor para mí.

Porque una de las partes del periodismo que me apasiona es el campo de la investigación.

Breve crónica de cómo conseguí realizar este artículo.

En la Redacción del Diario

Todo empezó una mañana, cuando andaba por la Redacción del Diario, buscando temas sobre los cuales escribir. Mi compañero “Bolo”, así le llamábamos cariñosamente, me dijo que  tenía un tema entre manos, pero que no se decidía, ya que requería un trabajo de campo exhaustivo y para ello había que meterse en la boca del lobo.

Además me comentó, que en los pueblos de las regiones afectadas, la gente no estaba dispuesta a hablar.

No os podéis imaginar la emoción que me invadió. Me encanta indagar en temas críticos, sacar a la luz hechos ocultos, que además afectan a la población y al medio ambiente.

Le dije casi suplicante, que me pasara la información, que yo me ponía manos a la obra.

Me dio lo que tenía. Realmente no era mucho, pero lo suficiente para saber por dónde empezar.

Cuando me entregó el material, me miró fijamente y me dijo “ten mucho cuidado, es un campo minado”. No te preocupes, le contesté y me fui casi dando saltos.

Primeras investigaciones

Lo primero que hice fue, buscar toda la información sobre las canteras, las empresas que se encargaban de su explotación y las condiciones legales de medio ambiente para la conservación del entorno.

Un dato muy relevante a tener en cuenta, es el hecho de que el Pinar Ciego constituye una de las masas boscosas más grandes de Teruel con ecosistemas de gran valor.

El siguiente paso me llevaba a hacer un trabajo de campo. Me desplacé a Mosqueruela y traté de sacar información hablando con la gente que me encontraba, intentando obtener información sobre los cantereros de la zona. Pero con lo único que me encontré, fue con un “MUTISMO” absoluto. Cuando sacaba el tema de las canteras, los paisanos de la zona me rehuían. Tuve la sensación de que el miedo se había instaurado en relación a esa palabra.

Regresé a Teruel con una sensación de vacío, de desazón y comprendí que no iba a ser nada fácil.

Con este panorama, solo me quedaba pedirle ayuda a uno de mis mejores amigos, compañero de aventuras por la montaña, Agente Forestal y trabajaba en Teruel. Él me puso en contacto con algunos compañeros suyos que estaban destinados cerca de Puertomingalvo y Mosqueruela, dos poblaciones en las inmediaciones del Pinar Ciego.

Omitiré los nombres de estos agentes por razones obvias.

Cuando me entrevisté con estos guardas, me dijeron que se alegraban mucho de que por fin alguien intentara hacer pública la situación que se estaba viviendo en torno a la explotación de las canteras. Pero también me advirtieron que ellos tenían las manos atadas, debido a los intereses de altos cargos del Servicio Provincial de Medio Ambiente y del alcalde de Mosqueruela, que además era Agente Forestal y jefe de ellos.

Me dieron bastantes datos sobre el valor que tenía este bosque para la Provincia, datos técnicos y me desearon suerte.

Con el material que tenía, poco podía hacer. Si no lograba hablar con los cantereros y con las empresas explotadoras, no había caso.

Una llamada anónima

Había pasado más de una semana cuando de pronto, entró una llamada telefónica de un hombre que quería hablar con la persona que estaba haciendo preguntas sobre las canteras.

Hablé con el hombre, que se negó a darme su nombre. Me dijo que le gustaría reunirse conmigo, porque quería denunciar lo que estaba sucediendo en torno a esta explotación, ya que él era un cantero y su trabajo se estaba viendo muy afectado por la cesión de las explotaciones a una macro empresa.

Así que me citó en Puertomingalvo, un domingo a primera hora de la mañana, ya que ese día no habría gente trabajando en la zona. 

Me pidió que fuera sola, pues no confiaba en nadie. Le pregunté que cómo lo reconocería, si no sabía ni su nombre, a lo que él contestó “no se preocupe, aparque donde le diga y yo la encontraré a usted”. Y así quedamos.

En ese momento, me invadieron sensaciones contradictorias. Por un lado estaba emocionada y por otro el miedo se hizo presente.

Mis compañeros de la redacción, me dijeron que no les parecía buena idea. Además el hecho de que fuera sola les daba mala espina. Me aconsejaron que no fuera y que esperara a que volviera a contactar conmigo para darle la opción de que él se desplazara a Teruel capital o que yo fuera acompañada.

Después de pensar en ello un rato, tomé la decisión de ir. Consideré que quizás solo tendría esa oportunidad y no estaba dispuesta a desaprovecharla.

Tenso encuentro en Puertomingalvo

Ese domingo, me levanté muy pronto, la verdad es que no había dormido nada. Estaba nerviosa y sí, con un poco de miedo, pero no puedo negar que la situación me parecía muy emocionante.

Tenía que hacer un recorrido de ciento diez kilómetros, más o menos. Nunca había estado en esa zona, así que con mapa en mano, subí a mi coche y emprendí el viaje.

Cuando llegué a Puertomingalvo, seguí las indicaciones que el misterioso hombre me había dado. Tomé una carretera estrecha que ascendía entre bosques, hasta llegar a un aparcamiento en la zona más alta. Había un poco de niebla. Aparqué en la explanada. No había nadie. Los nervios me volvieron a asaltar. Me quedé dentro del coche.

Al cabo de diez minutos, apareció un todo terreno. Aparcó a mi lado. Se bajó un hombre de estatura media, fuerte. Vestía vaqueros y una chaqueta verde oscura. Llevaba una boina en la cabeza.

Bajé del coche, me sentía en desventaja, pues él sí conocía mi nombre. Yo, sin embargo, me encontraba ante un total desconocido, en un paraje solitario y alejado de la población.

Me estrechó la mano y me invitó a subir a su coche, me dijo que me llevaría a las zonas de explotación para que viera la realidad con mis propios ojos.

No voy a negar, que fue un momento difícil. Me sentí bastante vulnerable, pero ya no iba a dar marcha atrás.

La carretera cada vez se hacía más estrecha, y nos iba introduciendo por el mismo pinar. Aparcó y continuamos a pie. El paisaje era desolador, miles de pinos arrasados. El suelo había sido despojado de su capa superficial y afloraba la piedra que estaba debajo.

Me enseñó las diferencias que había entre un suelo explotado y restaurado  y un suelo explotado y abandonado. La segunda opción es la que prevalecía.  Recorrimos muchísimas hectáreas. Mientras yo hacía fotos, él me contaba todos los entresijos de aquel desastre.

Me habló de las implicaciones del Alcalde de Mosqueruela, ya que él también explotaba canteras que se asignaba a sí mismo, del pasotismo de algunos Ingenieros de Minas y Energía que tenían que supervisar las explotaciones y velar por la restauración de las zonas explotadas y de las supuestas irregularidades en la concesión de la explotación a esa macro empresa.

Me explicó, que me contaba todo esto, ya que él y otros canteros se habían visto afectados, pues les habían quitado sus permisos en favor de la nueva empresa.

Por suerte, pude grabar toda la conversación.

Ya era más de medio día. Habíamos estado varias horas recorriendo el pinar. Al volver al coche, le dije que podíamos ir al pueblo a tomar un café y a comer algo. A lo que se negó rotundamente.

“Nadie puede vernos juntos y nadie se puede enterar que hemos estado aquí. Es más, es mejor que se vaya sin parar en el pueblo”. Mientras me decía esto, pude intuir el miedo en sus ojos.

Antes de irme, le expliqué la relevancia que tendría el reportaje si me permitía poner su nombre en las declaraciones. Después de un rato de explicarle la repercusión y el impacto que podría tener este reportaje, logré convencerlo. En ese momento, me dijo cómo se llamaba y nos despedimos.

Reveladoras declaraciones

Al día siguiente, después de reorganizar toda la información y de transcribirla, llamé al Alcalde de Mosqueruela. Al escuchar que deseaba realizar una entrevista para el Diario de Teruel, no tuvo ningún problema de darme una cita.

Llegué muy puntual, él me estaba esperando. Al entrar a su despacho, me quedé muy sorprendida cuando lo ví. Su aspecto distaba mucho de la imagen que una se espera de un Agente Forestal. Un hombre bastante regordete, con el palillo en la boca y una actitud muy socarrona.

Para romper el hielo, comencé preguntándole cómo se las arreglaba para compatibilizar su trabajo de Alcalde con el de Agente Forestal y poco a poco lo fui llevando al tema de las canteras. En ese momento su actitud cambió y se mostró receloso. Mis preguntas comenzaron a irritarle. Observé que entre más se irritaba, menos controlaba sus respuestas. Al final, terminó aceptando que había muchas explotaciones ilegales, entre otras cosas. Cuando me despedí de él, el aspecto de su cara mostraba disgusto. Me da la impresión, que en ese momento, él mismo no estaba seguro del alcance de sus declaraciones.

Yo estaba muy satisfecha, pues las declaraciones del alcalde ratificaron las irregularidades en torno a la explotación de las canteras.

Mi siguiente paso, fue hablar con el Director Provincial de Medio Ambiente de Teruel. La entrevista la hicimos vía telefónica. En todo momento mantuvo que las explotaciones estaban controladas, debidamente reguladas y cumplían con toda la normativa de recuperación del terreno. Declaraciones que contrastan con las fotografías que yo había realizado.

Cuando le expuse que uno de sus Agentes Forestales y en su calidad de Alcalde de Mosqueruela, había aceptado que habían canteras ilegales, se enfureció. Levantó el tono de voz y lo negó todo.

Ya solo me quedaba hablar con el Director General de Energía y Minas de Aragón, Francisco Melero. Intentó ser muy técnico en sus respuestas y muy correcto y coherente.

En la entrevista le di todos los detalles del aspecto de las zonas explotadas y otros aspectos sobre la ilegalidad de algunas canteras.

Con toda la información, preparé mi reportaje y se lo pase al Redactor Jefe. Justo a tiempo, pues me iba de vacaciones.

Amenazas

Dos días después, viajé a Madrid para visitar a unos amigos. Estando allí, recibí una llamada anónima, era la voz de un hombre que me dijo que no publicara el reportaje de las canteras, que si lo hacía pagaría las consecuencias. Que ellos sabían dónde vivía y dónde trabajaba y colgaron.

Iba a estar un mes fuera de Teruel, así que aunque me quedé preocupada, hice caso omiso de la llamada.

Unos días después, recibí la llamada del nuevo director del Diario, se acababa de incorporar y aún no nos conocíamos. Se presentó y me preguntó si yo tenía pruebas de todas las declaraciones que figuraban en el reportaje. Le dije que sí, que tenía todas las grabaciones y los documentos. Me quedé muy sorprendida.

“¿Por qué me lo pregunta?” le dije.
“Pues por que nos van a llevar a juicio por tu reportaje”. Me quedé helada.
“Pero si tienes todas las grabaciones y las pruebas, no hay de qué preocuparse”.

Unos meses después, me enteré que a raíz del reportaje, habían destituido del puesto a algunos Ingenieros de Energías y Minas y que al Alcalde de Mosqueruela también le habían pasado factura.

Haz click aquí para leer el artículo completo.

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